Esta semana yo vi algo tan hermoso, y una fuerte analogía se encontró en mi mente. Se me ocurrió mientras me sentaba atrás en un pequeñito auto rojo cuando íbamos manejando en un camino de tierra, rodeados por el campo. Los neumáticos hicieron que las piedras se levantaran y constantemente chocaban con el fondo del vehículo. Lo sentía en mis pies. El auto no era bien equipado para manejar ese camino, pero nos transportó de todas maneras a salvo.
La belleza que nos rodeaba no fue algo a lo que estoy acostumbrado. Ese tipo de naturaleza no existe de donde soy. Los campos se extendieron más allá de lo que alcancé a ver con mis ojos. Fue una densidad de verde que no he visto mucho y hubo un contraste claro y lindo entre ese verde, el cielo azul, y sus nubes blancas. Había ríos y arroyos a cada rato, y troncos que brotaban como torres en medio del campo, a veces en parejas, a veces solitos. Viajamos por harto rato y no había nada aparte de la naturaleza. Fue pura tranquilidad.
Fue entonces que llegó ese momento en que apareció una imagen que aún se queda en mi mente. Desde el momento en que lo vi hasta el instante en que todo se había procesado en mi cerebro, pasaron menos de unos segundos. Para mi, fue algo pensativo y muy poderoso.
Allí íbamos por ese camino de tierra, como ya dije, y por mi ventana hubo una larga fila de arboles señalando el borde entre el camino y el campo. No eran arbolitos sino troncos tremendos y gruesos. Y en la distancia estaba la naturaleza, más bella que nunca: campo sin fin, cielos puros, remolinos de nubes, y varios colores mezclados entre todo. Cuando me enfoqué en la fila de arboles todo lo del fondo se quedó borroso. Cuando me fijé en lo del fondo, los arboles se pasaban borrosamente sin poder distinguirlos. Fue entonces que algo me llamó la atención.
Justo al otro lado de los arboles volaba un pajarito, delicado pero fuerte. Cuando me fijé en este pajarito me di cuenta de que él iba volando exactamente a la misma velocidad del auto. Ni avanzó adelante, ni quedó atrás. Fue constante e inquebrantable. Y cuando lo miré fijadamente, la fila de arboles y todo el paisaje del fondo se volvieron borrosos. Los arboles pasaban rápidamente y el campo un poco más lento, pero el pajarito estaba completamente quieto.
Ese pajarito representa a todas las personas en mi vida a quien amo, y que me aman a mí. Siempre están conmigo, resueltos e inquebrantables. Aún cuando miro hacía otro lado, o cuando me quedo distraído, están allí. Son leales y siempre confiables. Siempre estarán allí a mi lado, pase lo que pase.
Los arboles del primer plano son las personas y los lugares o aun las cosas que entran en mi vida por un tiempo breve. Pero muy pronto, sin embargo, se van. Son siempre borrosos. Los paisajes del fondo son esas personas, lugares, o cosas que se quedan por más tiempo. No desaparecen al tiro pero tampoco duran para siempre. Hasta pueden ser lindos por un tiempo, pero ellos también se van.
En la vida somos propensos a las distracciones. A veces nos fijamos tanto en estas distracciones que se nos olvida apreciar y amar a las personas más queridas en nuestras vidas. Lo bueno es que siempre estarán allí. No se marchan como los arboles que pasan borrosos. Tampoco son los paisajes que eventualmente quedan en el pasado. Las personas a quienes verdaderamente amamos, y que también nos aman, son como este pajarito: constante e inquebrantable.