La soledad

El mundo tiene una dura critica de la soledad. El mundo dice que quita la alegría, que niega la verdadera felicidad. Dice que la soledad es una cárcel designada para solitarios, un lugar de destierro. Cree que la soledad es una enemiga de la mente, que es un peligro del alma. Es un lugar donde se van a morir los que no tienen familia, ni amor. Es una cautividad sin escape, un pozo sin fondo, un infierno sin fin. El mundo dice que la soledad es una señal de la depresión. Tiene miedo de lo que la soledad le hace pensar, creer, y hacer. Siente que la soledad es alguien a quien hay que temer, prevenir, y eliminar. El mundo intenta someter a la soledad a si misma.

Pero el mundo está equivocado. El mundo no conoce a la soledad como yo la conozco. Ella no nos quita la alegría, ni la felicidad. Al contrario, nos deja la oportunidad de encontrarlas. Nos obliga pensar en lo que nos agrada, en lo que nos llena. No es una cárcel sino un refugio. Tampoco es un destierro. Todo lo contrario, es la única amiga que no nos abandona cuando el mundo nos destierra. Sólo los que tienen la mente débil le temen. Sólo los que poseen el alma hueca le tienen miedo. A los que les falta la familia y amor, la soledad estará allí sin fallar, para que nadie viva ni muera solo. Ella no es una cautividad sino una claridad. No es un pozo sino un reposo. Y no es un infierno sino un paraíso. No hay para qué preocuparse de ella. No hay para qué temerle, ni prevenirla, ni eliminarla. Lo que se debe hacer es esperarla, aceptarla, y disfrutarla. Porque la soledad es la persona más honesta, más reveladora, y más confiable que existe. Así que no le temas. Abrázala.

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